sábado, 14 de enero de 2012

Los maratonianos corren poco riesgo de paro cardiaco

Los maratonianos corren poco riesgo de paro cardiaco

Un estudio de diez años halló que las carreras de distancia son seguras para la mayoría de participantes

Traducido del inglés: jueves, 12 de enero, 2012

Imagen de noticias HealthDay

 
MIÉRCOLES, 11 de enero (HealthDay News) --



Si usted es un corredor de distancia con buena salud, tiene extremadamente pocas probabilidades de morir de un paro cardiaco repentino durante una carrera, indica un estudio reciente.

En la última década, uno de cada 259,000 corredores que compitieron en un maratón o medio maratón en EE. UU. murió, hallaron los investigadores. Y la mayoría de los que se desplomaron sufrían de enfermedad cardiaca subyacente.
Estos hallazgos deben tranquilizar a los que participan en ese deporte, como hacen muchos, ya que más de 450,000 estadounidenses terminan una de estas carreras al año, según David Watt, director ejecutivo de la Asociación Estadounidense de Corredores (American Running Association).
El estudio comenzó en 2000, liderado por el Dr. Aaron Baggish, director del Programa de Rendimiento Cardiovascular del Hospital General de Massachusetts, en Boston. Los investigadores analizaron los paros cardiacos sufridos entre los competidores de maratones (42 KM o 26.2 millas) o medio maratones (21 KM o 13.1 millas) en 2010.
De los casi 11 millones de corredores de distancia de EE. UU., 59 sufrieron un paro cardiaco, lo que significa que su corazón dejó de latir de repente. Cuarenta ocurrieron en maratones completos, y la edad promedio de los corredores afectados era de 42 años. Los hombres tenían un riesgo significativamente más elevado que las mujeres.
42 de los paros cardiacos (el 71 por ciento) resultaron letales, halló el estudio, que aparece en la edición del 12 de enero de la revista New England Journal of Medicine. La edad promedio de los que murieron fue de 39 años, frente a 49 años entre los supervivientes al paro cardiaco.
Para el estudio, las estadísticas anuales sobre la participación en carreras se ingresaron en una base de datos. Éstas fueron provistas por la asociación comercial Running USA. Los investigadores identificaron los casos de paro cardiaco a través de una combinación de métodos, que incluyeron motores de búsqueda públicos y contactos con los directores de las carreras.
Entrevistaron a los corredores que habían sobrevivido al paro cardiaco o a sus parientes próximos, y observaron expedientes médicos y datos de autopsias. Hubo información disponible sobre 31 de los 59 corredores afectados.
Una afección conocida como cardiomiopatía hipertrófica fue la causa definitiva o probable de muerte de 15 de los corredores, determinaron. La afección es la causa más común de muerte cardiaca repentina en atletas jóvenes.
La cardiomiopatía hipertrófica es esencialmente un desarrollo excesivo del músculo cardiaco, que por lo general se debe a alguna anomalía genética, explicó el Dr. Kirk Garratt, director clínico de investigación en cardiología intervencionista del Hospital Lenox Hill en la ciudad de Nueva York.
Nueve de los que murieron de cardiomiopatía hipertrófica sufrían de otras afecciones cardiacas, como enfermedad obstructiva de la arteria coronaria, trastornos congénitos o miocarditis, una inflamación del músculo cardiaco.
"Un hallazgo interesante es que la prevalencia de enfermedad de la arteria coronaria fue baja", apuntó Garratt.
Un corredor murió de insolación y otro de hiponatremia, que puede suceder cuando alguien bebe demasiados líquidos sin ingerir suficiente sodio. Se supuso que dos murieron de arritmia, un ritmo cardiaco anómalo.
Un factor clave en la supervivencia fue recibir reanimación cardiopulmonar (RCP) de los testigos de la carrera, señaló Baggish, cardiólogo del Maratón de Boston.
"En realidad, por primera vez ofreceremos capacitación en RCP a los corredores que vienen a nuestro maratón en Boston este año", comentó Baggish.
Una desfibrilación rápida también es esencial, aseguró el Dr. William Roberts, coautor del estudio, profesor de medicina familiar de la Universidad de Minnesota y director médico del Maratón de Twin Cities. En esa carrera "siempre se está a una milla de un desfibrilador", aseguró.
Cada año surgen nuevas carreras, sobre todo medio maratones, dijo Watt. Y atraen a un tipo distinto de corredor.
"El corredor de hoy en día tiene más edad, es más lento, está comprometido a ir a más eventos, y posiblemente no sea tan atlético", explicó. Algunos son corredores "experienciales" o sociales que acuden para formar vínculos, correr por causas de beneficencia o perder peso.
En el estudio, los hombres tuvieron una tasa de paro cardiaco de 0.16 paros por 100,000 corredores, casi el doble que las mujeres, pero aún así extremadamente baja.
Garratt tuvo algunas reservas sobre la metodología del estudio. "Acudieron a una agencia de carreras para el denominador. Acudieron a varias fuentes incluso algunas en internet. Y para empeorar las cosas, no pudieron obtener información clínica completa para alrededor de la mitad de los incidentes", señaló.
Roberts reconoció que sus datos no tomaron en cuenta la preparación para el maratón. "¿Cómo sabemos cuántas personas perdemos en carreras más cortas [de entrenamiento]?", planteó.
Aseguró que con un condicionamiento adecuado, las carreras de distancia "son seguras si uno escucha a su cuerpo, no intenta superar el dolor de pecho o la falta de aire, ni ignora factores como un colesterol muy alto".
"Todos los corredores, ya sean jóvenes o viejos, deben hablar con sus médicos sobre su intención de correr, y en esa conversación debe haber una evaluación muy clara de los factores de riesgo", enfatizó Baggish.

Artículo por HealthDay, traducido por Hispanicare
FUENTES: Aaron Baggish, M.D., director, Cardiovascular Performance Program, Massachusetts General Hospital and assistant professor, medicine, Harvard Medical School, Boston; David Watt, executive director, American Running Association, Bethesda, Md.; Kirk Garratt, clinical director, interventional cardiology research, Lenox Hill Hospital, New York City; William Roberts, M.D., professor, family medicine, University of Minnesota, St. Paul; Jan. 12, 2012, New England Journal of Medicine

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